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Babilonia ha sido como copa de oro en las manos del Señor,
    copa que hizo emborrachar a todo el mundo.
Las naciones bebieron del vino de Babilonia
    y se enloquecieron.
Pero repentinamente, cayó también Babilonia.
    Lloren por ella.
Denle medicina;
    quizá todavía pueda sanarse.
La habríamos ayudado si hubiéramos podido,
    pero ya nada se puede hacer por ella.
Déjenla ir; abandónenla.
    Regresen ahora a su propio país.
Pues su castigo llega hasta los cielos;
    es tan grande que no se puede medir.

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